miércoles, 9 de junio de 2010

La nueva integrante

Desde mi ruptura con María tuve que buscar un nuevo lugar para vivir. No me parecía correcto que siguiera viviendo en un lugar en donde no seria agradable el ambiente, así que adquirí un pequeño departamento en Lince, entre la cuadra 22 y 23 de la avenida Arenales. El departamento tenía un cuarto de baño, dos dormitorios y una sala comedor. El departamento estaba situado en una posición tal que la luz del sol nunca se colaba por las ventanas del departamento; pero para estar más seguro siempre mantenía las persianas y cortinas cerradas. En cada ventana había puesto unas persianas negras y a la vez cortinas negras logrando con esto una habitación libre de la luz del sol.

Había llevado a Milagros a mi departamento, aun seguía inconsciente. La deje recostada sobre mi cama, aun estaba muy débil, había perdido mucha sangre y al parecer el proceso de conversión la había dejado más débil aun.

Los acontecimientos de la noche anterior también me habían dejado exhausto. En menos de una semana había vuelto de un mundo solo de vampiros llamado Henoc, terminado con mi novia, peleado contra un Tremere y su bestia Blautsauger y también había peleado y contra una cazavampiros de un poderoso y peligroso grupo de cazadores de la iglesia católica y la había convertido en una vampiresa.

-Y me quejaba de que mi vida era aburrida…-Dije como respuesta a todo ese pensamiento.

Siempre pensé que mi vida como humano había sido aburrida. Aunque como humano me divertía pues siempre quise algo más de emoción en mi vida, acciones que pusieran mi existencia al máximo, sentir esa adrenalina que recorre tu cuerpo sin control. Pues ya lo había sentido.

-Y saber que esto continuara…-Volví a responder a mis pensamientos.


Por ultimo, Beckett no nos dijo nada acerca de nuestro creador, aquel vampiro misterioso que, al igual que yo y todos los renacidos, puede resistir la luz solar. También Degónius, el Tremere lunático, sabe quien es nuestro creador, pero el muy desgraciado tampoco nos dirá su nombre.

-Solo me queda volver a Henoc y averiguar quien rayos es mi creador. Quizá Arurth o Versatis sepan quien es ese sujeto.

Sonó el teléfono.

-¿Si?
-Vaynard soy yo, Shogo
-Shogo, hola, dime
-¿Qué estas haciendo?
-Pues estaba sumido en mis pensamientos, hasta que llamaste.
-Ah…ya veo. Bueno, Stephanie y yo te vamos a ir a visitar.
-¿Hoy?
-Si ¿Algún problema?
-No…en realidad si, en realidad…
-¿En realidad que?
-Pues paso algo ayer en la noche.
-¿Bueno? ¿Malo?
-Eh…pues no se si es bueno o malo, veras…
-No me cuentes por teléfono, iremos a verte.
-Pero…
-Nada de peros, nos vemos.
-Espera, Shogo.

Se corto la comunicación.

-Grandioso, ahora verán a Milagros… ¿Qué voy a hacer?- Pregunte un poco desesperado a la nada.

Tener a una cazavampiros en mi casa no seria nada agradable para mis compañeros vampiros. Ella había tratado de darle la muerte final a Shogo y a mi. Y para empeorar mi situación la había convertido en una de nosotros. Ahora Milagros era el doble de peligrosa, pero para ella no había más opción que ser convertida o morir. De cualquier forma ambas opciones no eran de su agrado, prácticamente estaba condenada.

A nosotros los vampiros se nos conocen con varios nombres: No-Muertos, Vástagos, Condenados, Hijos de Caín…
En realidad el ser llamado un Condenado es lo que más se acerca a la realidad de un vampiro. Muchos humanos desean ser vampiros, pero ninguno de esos humanos que anhelan la inmortalidad saben realmente lo que desean. Y es que vivir eternamente tiene un precio, un precio muy caro que no muchos aguantarían.

Yo me considero un Condenado por que de todas las habilidades y “privilegios” que los vampiros tienen, el poder que más odio es el de la vida eterna. Y viviré para siempre, a menos que encuentre a ese sujeto que me creo, al que llaman mi creador o Sire, y le daré la muerte final…o moriré en el intento.

-¿En que piensas?-Una voz suave me volvió a la realidad, era Milagros que había despertado y aun estaba débil. Había caminado desde mi habitación hasta la sala con un silencio tal que no me percate de su débil presencia.
-¿Que haces parada? Vuelve a la cama, aun estas débil.
-Estoy bien, solo debo caminar y…-Milagros tropezó y casi termina en el suelo, por suerte reaccione rápido y la sostuve de los hombros.
-No seas terca, perdiste mucha sangre anoche, tienes que recuperar tus energías. Incluso una cazadora como tu tiene sus límites.
-Gracias por sostenerme, aun no se por que te preocupas tanto por mi.
-Ya te lo dije, no lo se.

Nos quedamos unos minutos en silencio.

-Entonces…soy ¿una vampira?
-Si lo quieres llamar así, pues si.
-Y… ¿Muero con la luz del sol?
-Solo hay una forma de saberlo.

Me dirigí hacia la ventana. Las persianas y cortinas negras impedían la filtración de los rayos solares a mi departamento.

-Te di parte de mi sangre, pero no estoy seguro si tú serás una renacida. Ahora te pregunto ¿Deseas que abra las cortinas?
-¿Qué?
-La única forma de saber si eres una renacida es que te de la luz del sol. Si sigues intacta significa que eres una renacida, al igual que mis amigos y yo. Si, por el contrario, te vuelves cenizas y polvo al pleno contacto con la luz solar significa que eres una vampira normal, como el resto de los vampiros tradicionales. Claro que eso significa la muerte final para ti. ¿Tienes miedo?

Milagros bajo la mirada, lo estaba pensando. No dijo nada, ni movió un solo músculo durante un minuto. Luego me lanzo una mirada fulminante.

-Me volví una cazadora de la Sociedad de Leopoldo para cazar a todos los Vástagos del mundo, entre ellos a una en especial, la vampira Lucita. Jure que la cazaría y le daría la muerte definitiva y así vengaría la muerte de mis padres. Pero ahora…-Una lagrima de sangre corrió por su mejilla-…Ahora soy una vampira, acepte que me convirtieras en una vampira para poder completar mi venganza, me volví en lo que jure destruir. Mi único temor era el que algún día un vampiro me convirtiera. Siempre pensé que si eso me llegara a pasar lo primero que haría seria esperar el amanecer y acabar con mi no-vida. Así que no temo morir, total, ya estoy muerta.

Me acerque a ella y me agache para limpiarle la lágrima de sangre.

-Por un momento me recordaste a mí-Le dije con una sonrisa.
-¿En serio?
-Si. ¿No le temes a la muerte? Eso es bueno. Total como dices, nosotros ya estamos muertos.

Camine hacia la ventana.

-¿Lista?
-Siempre.
-Antes decorrer las cortinas quiero decirte algo.
-¿De que se trata?
-No quise volverte una de nosotros, en realidad nunca quise volver a ningún humano en vampiro, pero no tenias otra alternativa, te juro que buscaremos a Lucita y la haremos pagar con sangre lo que te hizo. Te doy mi palabra.

Diciendo esto corrí las cortinas y persianas negras de extremo a extremo dejando así que la luz del sol se filtrara en todo el departamento.

Los rayos solares bañaron el cuerpo de Milagros y el mío, no paso nada malo. Milagros seguía intacta, había pasado la prueba de fuego, era una vampira renacida.

-Estoy…viva
-Si, al parecer mi sangre si fue efectiva.- Mire hacia la calle. Todo parecía normal.- ¿Sabes algo? Somos afortunados, no todos los Vástagos pueden ver cosas así, no me gusta mucho el sol, nunca me gusto. Pero sentir de vez en cuando el calor de los rayos solares no esta mal. ¿Tu que dices?

Milagros no respondió nada. Se levanto del suelo y camino lentamente hacia mí.

-Gracias…quizá no todos los vampiros sean malos.
-Ya veras que no.-Le dije.

En ese momento tocaron la puerta de mi departamento.

-Vaynard, somos nosotros, ábrenos.

Era Shogo y Stephanie, me había olvidado de su visita por completo.

-¡Rayos!
-¿Quiénes son?
-Amigos míos, vampiros también…tú trataste de matarlos esa noche.
-¿Esa…noche?
-Si, la noche que paralizaste a la mascota de Degónius.
¡Ah! La chica que parece una muñeca y el vampiro asiático.
-Si, si, ellos dos.

Milagros se dirigió a la puerta.

-¡¿Qué vas a hacer?!
-Abrir la puerta
-No, no, no, no…no te pueden ver aquí.
-¿Por qué?
-Eh…es una larga historia y no pienso contártela.
-Es mala educación dejar a tus amigos esperando.

Shogo volvió a tocar la puerta.

-Vamos Vaynard, ábrenos la puerta.
-¡En un minuto!-Grite.
-Vaynard, ahora soy una de ustedes ¿Cuál es el problema?
-Es que es muy complicado, veras…

Milagros movió la perilla y la puerta se abrió.

-Ya era hora que nos abriera, ya me había cansado esta de pie durante un buen…-Shogo detuvo su discurso de queja al ver quien le había abierto la puerta.
-Hola chicos, pasen por favor-Dijo Milagros con una gran sonrisa.
-¡¿Tu que haces aquí?! ¡¿Qué has hecho con Vaynard?!-Le dijo Shogo un poco alterado.
-Eh…Hola chicos-Mi cabeza salio atrás de Milagros- Tengo mucho que contarles.-Les dije un tanto nervioso.



Vaynard